domingo, 8 de noviembre de 2015

Ciprés, "Cupressus sempervirens L."

El nombre genérico de la especie que conoceremos hoy proviene del latín cupressus que, a su vez, parece derivar del griego Kyprosisla de Chipre, o de Kyparisos, joven pastor amado por Apolo y que fue convertido en ciprés por éste. El epíteto específico se refiere a que el árbol siempre esta verde.

Foto 1. Ciprés, Velez Blanco.

Asociado en todas las culturas mediterráneas a la muerte y la eternidad, quizá por permanecer siempre verde y por su forma de llama dirigida hacia el cielo, lo elegimos esta semana en la que es probable que conservemos muy reciente la imagen de alguno de ellos en nuestras retinas, ya que a primeros de noviembre en nuestro país se rinde culto a los difuntos y quizá hemos visitado los cementerios, poblados en la mayor parte de España por cipreses, como en algunas partes del norte de  Iberia o en Europa septentrional los ocupan los tejos

Fueron los griegos los que empezaron a asociar el ciprés con este simbolismo funerario, consagrándolo al dios de los muertos, constituyendo una paradoja, ya que también lo asociaban a la sensualidad, el erotismo y la fertilidad; anteriormente, los egipcios fabricaban con madera de ciprés féretros, sarcófagos y urnas gracias a que es prácticamente imputrescible, aunque no era para ellos un árbol que simbolizara la muerte. Realmente parece que fue en la Edad Media cuando se asoció este árbol a los cementerios, tradición que perdura hasta nuestros días.

Foto 2. Valle de Josafat, al fondo Jerusalén.

En tierras más lejanas (Foto 2), en el Mediterráneo oriental, de donde es oriundo, y aunque los cementerios y las costumbres en torno a los mismos sean distintas, podemos encontrar este árbol también en ellos apuntando hacia ese cielo en el que esperan, en algunos casos desde hace siglos, los que allí reposan.

Pertenecen los cipreses al grupo de plantas leñosas denominadas coníferas, como los pinos, tejos, abetos y cedros, entre otras, siendo de los primeros árboles que existieron sobre la tierra, hace más de 280 millones de años. Dentro de las coníferas, la familia de las cupressaceas, en la que se encuadran los cipreses, es la más numerosa. La especie que tratamos hoy, Cupressus sempervirens, puede alcanzar los 40 m. de altura, aunque suele oscilar entre 25 y 30. Tienen los cipreses el tronco recto, grueso, columnar, con una corteza de color pardo grisácea, con fisuras longitudinales y de poco espesor.


Foto 3. Detalle del tronco de ciprés.

Presenta dos variedades de copa el llamado ciprés mediterráneo, una de ramificación abierta, horizontal y otra de ramas muy apretadas, piramidal, abundante y cerrada a lo largo de todo el tronco. Esta última es la más conocida y abundante en cultivo, siendo la horizontal la dominante y casi única en el medio natural. Existen también en los lugares en los que se encuentra al límite de su área de expansión natural cipreses con formas achaparradas, retorcidas y tortuosas, fundamentalmente en cumbres de montañas.


Foto 4. Copa con ramas horizontales.

Foto 5. Copa de ciprés con ramas apretadas, piramidal. 

Sus hojas son escuamiformes y van creciendo imbricadas unas sobre otras muy apretadas, formando las características ramillas, que le dan a este árbol ese color verde, de los más oscuros entre las plantas. Como conífera, sus semillas se encierran en conos, que en el caso de las cupresáceas son un "fruto" (gálbulo) seco, que observamos en la Foto 6.

Foto 6. Ramillas y gálbulo.
Anteriormente al "fruto", este árbol monoico, (con flores masculinas y femeninas en el mismo pie) florece al final del invierno o principios de primavera, teniendo sus flores masculinas forma de clavo, de color amarillento que se tornan oscuras con el paso del tiempo, y las femeninas sin embargo, de color verde, globulares, de entre 4 a 6 mm, y dispuestas en pequeñas inflorescencias, que sueltan su polen para que sea trasladado gracias al viento.


Foto 7. Inflorescencia masculina
Fuente: www.riomoros.com

Gracias a registros polínicos, se tiene constancia de la presencia del ciprés en el área circunmediterránea desde el Jurásico medio, hace unos 170 millones de años. Como ya hemos dicho, su área de distribución original es el Mediterráneo oriental, viviendo en las regiones semiáridas del Este y Sur desde Marruecos a Turquía, bordeando el sur del Mediterráneo y penetrando en Oriente Medio, por el sur del mar Caspio hasta la cordillera del Himalaya. Se encuentra, sin embargo, ampliamente cultivada por todas las zonas de clima mediterráneo, no siendo una especie que se naturalice con facilidad. De hecho, el ciprés común en este momento ha llegado a colonizar los cinco continentes, creciendo desde Australia hasta Chile, pasando por China o Sudáfrica, debido al gran manejo humano que hemos comentado.

Este especie es muy austera, tolera climas áridos y no muy frios, puede llegar a crecer con precipitaciones inferiores a 200 m., pero su óptimo ecológico está en un rango superior. En cuanto a las temperaturas, se resiente cuando aparecen mínimas inferiores a -1ºC. En la península ibérica no sobrepasa los 1.000-1.200 m de altitud y crece tanto suelos básicos como ácidos.


Foto 8. El Albaicín desde la Alhambra.

Ha sido utilizado en nuestro país en la protección de cultivos, como cortavientos, y como ornamental en jardines, centros religiosos y cementerios, como hemos comentado. Asociado históricamente a la cultura romana y árabe, estos pueblos fueron sus grandes difusores, llegando a caracterizar lugares como la Alhambra de Granada, o las ciudades de Toledo o Alcalá de Henares.


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